La Coruña 14.04.2018

REMONTANDO EL PARANÁ

EL PRIMER EMBARQUE

Me imagino que el primer viaje por mar que hace cualquier persona no es fácil de olvidar, a pesar de que cuando la distancia en el tiempo es prolongada, las generalidades no se olvidan, pero las particularidades permanecen confusas en la memoria, o al menos, requieren un esfuerzo un poco más exigente para recuperarlos del olvido, que es una manera de volver a vivirlos.

El primer embarque de un joven marino comienza cuando dejas atrás tu mundo de seguridades familiares, el de la protección de los tuyos, y pisas por primera vez la plancha de ese buque, que va a ser tu nueva casa, todo es nuevo, distinto,  un mundo, que ni con la más fértil imaginación, nunca te lo hubieras imaginado, quizás sea porque lo que te han contado antes, aquellos que lo conocen, tienen otra perspectiva y otras circunstancias que no son las tuyas.

Es cierto que aunque el buque en el atraque no se mueva, esa primera vez, ya has notado esa sensación de inestabilidad en la cubierta que pisas, que te hace estar alerta de ese movimiento imperceptible ya de recorrida o pequeño balance, todo es pura sugestión. Si tienes suerte y los primeros días de navegación son calmos, o navegas del Mediterráneo hacia el Atlántico, todo va bien, pero cuando pasas Punta Europa y a medida que te aproximas a Cabo Espartel, ya vas notando que los mares son distintos y el buque obedece a otros movimientos de la mar, esa mar tendida que viene del NW., el cabeceo del buque, aún con buen tiempo, te está advirtiendo que el cuerpo no está acostumbrado al movimiento del suelo que pisas y la reacción de este, es quejarse, apareciendo lo que llaman en algunos idiomas el “mal de mar”, y que nosotros le llamamos mareo simplemente, que dependiendo de tu sensibilidad a este movimiento y también al del movimiento de la mar, te pueden hacer pasar ratos realmente incómodos, hasta tal punto que hasta puedes renegar de tu incipiente vida de marino, solo cuando adaptas tu estabilidad dinámica a los movimientos del buque, es cuando consigues el sosiego que observas en los viejos lobos de mar que ya se han olvidado de estos sufrimientos.

A medida que te vas adaptando a esta forma de vida, inestable porque la plancha que pisas es inestable, a las condiciones laborales nuevas, a los horarios de guardias, a las horas de las comidas, a la ausencia de afectos, el cuerpo está desorientado, pero con el tiempo te acostumbras a todo, a dormir poco, mal y si hay mal tiempo, pues no duermes y no pasa nada, la vida del marino es más sacrificada de lo que la racionalidad nos dice.

Este primer viaje, el que me propuso el destino fue en un buque de carga general con cinco bodegas, una a popa de la habilitación, con dos entrepuentes y sus alimentadores en cada bodega, alimentadores que eran verdaderas trampas para la integridad física de los tripulantes, buque dedicado al transporte de grano a granel, por lo que era necesario en el viaje en lastre, preparar las bodegas para la inspección en el puerto de carga, eliminar parásitos de la carga anterior y así evitar la fumigación de bodegas en el puerto de carga, con el consiguiente gasto extra y pérdida de tiempo para Armador y Cargador, luego y durante el viaje toca ir montando y armando los cuarteles en cada una de las bodegas, para asegurar la estabilidad del buque y evitar así los fatales corrimientos de carga. Las barreduras del grano remanente y cascarilla que quedaba al finalizar la descarga de cada bodega, se salvaba en sacos de arpillera para más tarde, aprovechando la recalada del buque para hacer bunker en Cabo Verde, nuestro contramaestre los cambiaba por langostas, para alegría sobre todo del mayordomo, que le suponía el ahorro de algunas raciones de manutención por  tripulante y que a nosotros por lo menos, nos alegraban los menús, durante un tiempo.

Te sorprende que a medida que vas ganando sur, como los peces voladores, que hasta este momento, nunca habías visto, creo que al romper el silencio de altamar con los ruidos del motor del buque y del agua al romper contra la proa, por la velocidad del buque, estos voladores se levantan y abren su vuelo hacia las bandas, desde la proa y que en algunas ocasiones el viento los deja caer en cubierta, en mi opinión creo que el vuelo dura hasta que se secan las enormes aletas , a modo de alas  que utilizan fuera del agua para escapar de sus depredadores, en fin, un recurso evolutivo de supervivencia de lo más original y efectivo, peces voladores que en ocasiones son causa a bordo del buque de serias discusiones entre el carpintero, caldereta y contramaestre, al atribuirse la propiedad de estos cuando se recogen de cubierta y que en el descanso de media mañana, si el cocinero esta de humor, prepara de aperitivo para alegrar la monotonía de los susodichos compañeros de fatigas. Descubres el vuelo del mascato, que también llaman albatros, con una envergadura que puede alcanzar hasta dos metros, unos gigantes comparados con las gaviotas comunes o pardelas, toda una sorpresa, descubres el resoplido de algún cetáceo que se encuentra en las proximidades de la derrota de navegación,  delfines que te alegran la proa, en fin, todo un descubrimiento para recordar.

A medida que las singladuras se van consumiendo y a pesar de que la mar es la misma, todos los días son diferentes, las ocupaciones y trabajos son los mismos y a la vez son diferentes, en el recuerdo vive el momento esperado del cruce del Ecuador, la latitud pasa de positiva a negativa para los cálculos de navegación, una hora previamente calculada como un cálculo obligatorio para incluir en el Diario de Navegación que teníamos que obligatoriamente llevar cada uno de los Alumnos en Prácticas, entre otras ocupaciones y durante las guardias de navegación en el puente de gobierno, toma una gran importancia la practica en el manejo del timón a mano, ya que en la aproximación y  navegación por los canales de boyas y navegación fluvial se hace a mano, cuando se alcanza un grado aceptable en el manejo, se alivia al timonel de este trabajo, para aprovecharlo en otras ocupaciones, gobernando el buque con el timón a mano descartando los modernos automatismos que se utilizan en la navegación abierta de alta mar.

Entre las anécdotas que recuerdo,  la que sufren los noveles marinos en su primer embarque, además de la fiesta del bautizo de mar al paso del Ecuador con la consiguiente broma, también recuerdo que antes de recalar en tierras americanas, el primer oficial a los alumnos novatos nos prometió regalar un traje al primero que viera tierra del continente americano, un reto para todos, el rememorar a Rodrigo de Triana con su grito esperanzador de “Tierraaaa”, el momento llegó poco antes del ocaso, y fue al detectar la luz del faro de la Punta del Diablo, en la costa Uruguaya, por cierto lo del traje quedó solo en la anécdota para recordar.

No puedo dejar de mencionar, que pocos días antes de la llegada a la bahía del Rio de la Plata, a los oficiales ya veteranos en estos viajes, se les empezaba a pegar el deje argentino, que en poco tiempo se le pegaba a casi toda la tripulación, aquello parecía un psiquiátrico, hoy me da risa, posiblemente hoy en día a ellos también, además se les notaba la urgencia de sintonizar la T.V., para poder ver a Susana Jiménez,  la que parecía ser el secreto inconfesable de los sueños de estos marinos,  

Al fin, la llegada al Mar del Plata se había producido, un mar de aguas marrones, que no sucias, marrones debido a las tierras de aluvión que arrastra el Rio de la Plata, que llaman Paraná, con sus apellidos según la zona del rio, un rio que en su parte  baja hace frontera con las provincias de Entre Ríos y Buenos Aires, y un poco rio arriba, delimita la provincia de Santa Fe y Entre Ríos. En la Recalada, embarca el Practico acompañado con un sequito de gente que se sale de lo normal, cada autoridad sube con dos secretarios, con sus respectivos maletines de fuelle, esos que parece que no se llenan nunca, al final del intercambio de documentación del buque, se van todos excepto el Practico, como es obvio, las existencias de tabaco  y whisky de Entrepot  del buque, sufren una merma considerable, estas situaciones, son y seguirán siendo así, como un uso y costumbre de casi todos los puertos del mundo, afortunadamente por puertos Europeos, ya se ve menos, pero que todavía no ha desaparecido, algo así como una premisa para establecer un trato no escrito de no agresión entre el buque y Autoridades, vive y deja vivir.

El acceso a la bocana del rio, se hace a través de un canal de navegación balizado, que te llevan al punto de cambio de practicaje, subiendo un Practico de rio, que te llevara hasta el puerto de Rosario de Santa Fe a lo largo de unas 230 millas náuticas  por un tiempo aproximado de 24 a 28 horas. En este tiempo  dejas de ser Alumno o Agregado, para ser el Pilotín, palabra usada en la M.M. Argentina para definir a los Alumnos. Como los argentinos son en general gente habladora y muy comunicativa, hablan de todo y el Practico no iba a ser menos, así que durante toda la navegación fluvial, gobernando el buque con el Timón a mano, y la Maquina en Stand By, el Practico de rio, te va explicando las características de la navegación, zonas de riesgo en el rio, si la boya está movida etc., pero lo que nunca se olvidan es de decirte, en donde los Indios Guaraníes acabaron con la vida de Juan Díaz de Solís, descubridor y conquistador de La Argentina. En ocasiones te sorprende la vista de los palos y grúas con sus penoles y pastecas de otros buques, moviéndose entre los cañaverales que bordean el rio, son buques que navegan por el rio que no ves, como si navegaran por  ese mar de cañas que esconden al rio,  así poco a poco vamos dejando por la popa las poblaciones de San Pedro, más arriba San Nicolás  y Villa Constitución hasta alcanzar la terminal de grano de Rosario de Santa Fe, en donde se atraca para cargar parte de la carga de grano y completar la carga total del buque posteriormente en Buenos Aires ya que el calado del buque, restringe la navegación por el rio, solo quedamos esperando que desde nuestro egoísta punto de vista de Alumno, llueva unos días, y poder disfrutar de la cordialidad de estas gentes, que estoy seguro, muchos marinos recordarán con buenos ojos. Para los no marinos, les aclaro que con lluvia, en aquellos tiempos, que las cargas no se hacían con los métodos actuales de sifones, manguerotes, había que cerrar las bodegas para no mojar el grano, ya que en una travesía más o menos larga, este grano fermentaría en las bodegas, pudiendo producir explosiones suficientes, como para deformar las tapas de escotilla de estas bodegas o peor.

Fernando Saiz C.M.M.

La Coruña 14.04.2018

Comentarios recientes

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